lunes, 22 de septiembre de 2014

EL MISTERIO DE LAS PIEDRAS AZULES DE SIERRA LEONA (POSIBLE FABRICACIÓN DE UNA CIVILIZACIÓN AVANZADA)





Angelo Pitoni y las Piedras Azules
En 1.990 un geólogo italiano llamado Angelo Pitoni fue enviado al norte de Sierra Leona, casi en la frontera con Guinea Conakry, para verificar si cierta región del país conocida como Kono era, en efecto, un yacimiento rico en diamantes que pudiera ser explotado por la compañía que le había contratado y que pretendía obtener la concesión de su explotación a cambio de edificar una serie de viviendas para el gobierno.

Angelo Pitoni tuvo entonces un hallazgo intrigante: en una zona entre Sierra Leona y Conakry, y tras remover unos pocos centímetros de tierra, un jefe fulah de la zona le me mostró una beta de piedra muy extraña. Era de un color azul extraordinario, veteado con líneas blancas.

Éste jefe de tribu, le refirió una extraña leyenda: que, según ellos, explicaba por qué aquella zona era tan rica en diamantes. El jefe fulah —profundamente embebido en las enseñanzas del Corán— le refirió cómo en la noche de los tiempos, Dios descubrió que entre sus ángeles se estaba fraguando una revuelta. Tras perseguir implacablemente a los instigadores de la sublevación los expulsó a la Tierra, donde se convirtieron en estatuas. Pero los «malditos» no cayeron solos: junto a ellos se precipitó también una gran porción de cielo y estrellas. De hecho, la caída de estas últimas explicaba a ojos de los nativos la aparición de los diamantes, pues éstos no podían ser sino las luminarias nocturnas precipitada tras la rebelión

Aquel cacique insistía en afirmar que eran los restos de nubes que habían quedado atrapadas en la tierra, y que aquella vetas azules ¡eran fragmentos de cielo petrificados! Pitón examinó el de cerca el mineral, y creyó que se trataba de alguna clase de turquesa muy pura,... pero nunca se consiguen así; siempre van acompañadas por impurezas de pirita, de color negro. Más tarde, asoció el mineral a las turquesas perfectas que había visto en algunos pectorales egipcios muy antiguos.

Cuando el geólogo regresó a Europa con esas «turquesas», las llevó al Instituto de Ciencias Naturales de Ginebra y a la Universidad La Sapienza de Roma para analizarlas. La sorpresa fue mayúscula cuando me dijeron que esas piedras no eran turquesas, y que oficialmente no estaban catalogadas: la piedra azul que había descubierto no sólo no se correspondía a ningún mineral conocido, sino que un material idéntico había sido asimismo localizado recientemente en Marruecos por una geóloga británica llamada Anne Grayson. Pero ni ella ni Pitoni habían resuelto todavía su misterio. Limitándose a bautizarla con el sugerente nombre de "Sky Stone" o "piedra del cielo".
Lo más intrigante del asunto es que el color que tiene el mineral no se justifica por la composición de la piedra; no sabemos de dónde viene su tonalidad, pese a que las universidades llevan tres años investigando y no han conseguido saber de dónde viene el color. En la Universidad de Utrecht la sometieron a diversas pruebas con ácidos y ninguno consiguió atacarla. La calentaron hasta 3.000 grados centígrados y tampoco se alteró, … Pero lo que más les llamó la atención es que, cuando se pulverizó un fragmento de piedra y se observó bajo el microscopio, vieron que allí no había color. La única explicación es que esta piedra no ha sido producida por la naturaleza.

"Creo que se trata de una fabricación de alguna civilización avanzada de la que hemos perdido todo recuerdo, que pudo producirla como si fuera una especie de estuco. Después, los egipcios la usurparon para decorar sus joyas y templos, hasta perderse sus cualidades para siempre. Lo que creo, en suma, es que hicieron un composición mineral para hacer una masa que ahora es de piedra"-, declaró Pitoni.

Uno de los análisis practicado a la "Sky Stone" descubierta por Pitón arroja unos resultados desconcertantes: un fragmento de esta piedra había sido sometido a un riguroso examen para determinar los elementos de que estaba compuesta y en qué proporción se encontraban: el 77,17 por 100 de su composición, según este análisis, era… ¡oxígeno! El resto de porcentajes se dividían entre carbono (11,58 por 100), silicio (6,39 por 100), calcio (3,31 por 100) y otros elementos cuya presencia era casi bien anecdótica,.. ¿pero era posible que existiera una piedra de oxígeno?
Posteriormente, el investigador español Javier Sierra obtuvo unos fragmentos de esa piedra, y tras diversas conversaciones, logró interesar a algunos geólogos y minerólogos para que evaluaran en Madrid su composición y, en medida de lo posible, descifraran su naturaleza.
La tarea se extendió más de lo que se esperaba; Alfonso Martínez, un químico del CIEMAT de Madrid se hizo cargo de un fragmento de la "piedra azul" de Pitoni, y la paseó por diversos laboratorios: se le sometió a cinco clases diferentes de tests —análisis por difracción de rayos X, por espectrometría de plasma, por cromatografía de gases, por espectrometría de masas y finalmente por espectrometría infrarroja—, obteniéndose resultados que desconcertaron a los propios técnicos.
Durante las pruebas preliminares con rayos X se determinó que la piedra azul estaba compuesta fundamentalmente por hidróxido de calcio —Ca(OH)²—, carbonato cálcico —CaCO³— y silicato cálcico —Ca²SiO4—, pero sin embargo ninguno de estos compuestos explicaba su poderosa coloración azul. 

Los científicos sospecharon que quizá el cobre u otro material de transición podría ser el responsable de ese tono, pero fueron incapaces de detectarlo en cantidades suficientes para confirmar su teoría.
El rompecabezas se complicó aún más después de las siguientes pruebas: los análisis por espectrometría de plasma redujeron el nivel de oxígeno a un 50 por 100 o 55 por 100 como mucho, lo que, al parecer, es normal en cualquier roca. Pero la sorpresa llegó con la cromatografía de gases, con la que se trató de localizar algún compuesto orgánico en la roca —un tinte— que justificara su color. Tras triturarse parte de la piedra azul y mezclarse en soluciones de acetona, hexano y metileno, y potenciarse estas extracciones con ultrasonidos, se logró detectar un compuesto orgánico no identificado. Había, pues, un elemento no mineral que podría dar a entender que la piedra azul había sido, tal y como sospechaba Pitoni, sintetizada por alguien en un remoto pasado.
La espectrometría de masas redondearía la faena, descubriendo el nombre del compuesto, y arrojando su fórmula molecular (C17H24O³). Pero, ¿de qué se trataba?
Quedaba así descartado que se tratara de un compuesto comercial, descartándose un fraude, pero a la vez abriendo otros interrogantes; ¿era ese compuesto el responsable del color azul de la piedra?, ¿quién lo sintetizó y cuándo?, y ¿quién tenía conocimientos químicos suficientes en África para fabricar un color así?,...

Tratando de encontrar quién pudo realizar tal proeza en tiempos remotos, en 1.977, Pitoni hizo otro descubrimiento sorprendente en esa misma región: las tribus de la región se refieren a antepasados que dejaron como uno de sus pocos testimonios de su grandeza, la escultura más grande del mundo: es una «reina de piedra» de ciento cincuenta metros de altura. Tallada en granito; una piedra muy difícil de trabajar. Eso descartaba que la estatua fuera producto de la erosión eólica,… Curiosamente, dicha escultura en piedra llama poderosamente la atención, sobre todo si la comparamos con otras similares, existentes en Marcahuasi,...
http://cronicasmundosocultos.blogspot.com.es/2009/01/el-misterio-de-las-piedras-azules.html